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página de filosofía de jesús ángel martín materiales didácticos: Hume
INTRODUCCIÓN. VIDA Y OBRAS Locke redujo el conocimiento al ámbito de la experiencia, no para disminuir su valor sino para reconocérselo dentro de esos límites. Hume llevó el empirismo al probabilismo y de ahí al escepticismo, al reconocer que la experiencia no puede fundamentar la plena validez del conocimiento. Nació el 26 de abril de 1711 en Edimburgo. Empezó a estudiar jurisprudencia pero la afición llevó a la filosofía. Era hijo de un aristócrata venido a menos; dice: "resolví suplir mi escasa fortuna por una rígida frugalidad, mantener intacta mi libertad y considerar como despreciable todo lo que no se refiriese a la aplicación de mi ingenio a las letras". En 1738 publica el Tratado sobre la naturaleza humana sin éxito. En 1742 publica la primera parte de los Ensayos morales y políticos. A partir de esta fecha empieza a desempeñar cargos políticos. En 1748 publica las Investigaciones sobre el entendimiento humano, donde reelabora con más sencillez la primera parte del Tratado... Publicó también una historia de Inglaterra, obras sobre moral y política y varias obras sobre la religión natural.
LA NATURALEZA HUMANA Y SU LÍMITE. El objetivo de la filosofía de Hume es el estudio de la naturaleza humana: "La naturaleza humana es la única ciencia del hombre; y con todo ha sido descuidada hasta ahora. Yo habré hecho bastante si contribuyo a ponerla un poco más de moda: esta esperanza me ayuda a disipar mi carácter melancólico y me da fuerzas contra la indolencia que a veces me domina". (Tratado... I, 4, 7) En realidad todas las ciencias se vinculan con la naturaleza humana, hasta las que parecen más separadas, como las matemáticas o la religión, etc. porque también éstas caen bajo las potencias y juicios de la naturaleza humana. Por esto, la filosofía debe investigar esta realidad para después caminar hacia las demás ciencias con seguridad. Pero la naturaleza humana es más ‘sentimiento’ e ‘instinto’ que razón, ya que la misma ciencia no es más que una respuesta al instinto de saber... Hume se da cuenta de que tendemos naturalmente a considerar los problemas de la filosofía, que decide sobre la verdad y la falsedad, sin conocer los principios en que se fundan... En resumen, la investigación filosófica responde también a un instinto: "Estos sentimientos nacen naturalmente de mi actual disposición; y si procurase arrojarlos de mí y dedicarme a otros asuntos o distracciones, siento que perdería en ello gran parte del placer que experimento. Este es el origen de mi filosofía". (Tratado... I, 4, 7) Así la filosofía que destruye el instinto a favor de la razón es ella misma un instinto. Con esto Hume pretende traspasar la tarea de la razón, propia de la Ilustración, al estudio de la naturaleza humana en general. Ha sometido a crítica los dos conceptos radicales de la metafísica: sustancia y causa. Ha tratado de liberar la ética, la política, la religión, etc. de la influencia de la metafísica. Y sobre todo ha limitado el conocimiento racional al dominio de lo probable. Hay un campo de conocimiento en que el puede conseguir la certeza de la demostración: el de las matemáticas, el de la cantidad y el número (los juicios analíticos de Kant). La pretensión de extender las demostraciones al campo de la experiencia es imposible, ya que las cuestiones de hecho nunca se pueden generalizar. "Cuando curioseamos los libros de una biblioteca persuadidos de estos principios, ¿qué debemos destruir? Si cae en nuestras manos algún volumen, por ejemplo, de teología o de metafísica escolástica, preguntémonos: ¿contienen algún razonamiento abstracto sobre la cantidad o sobre los números? No. ¿Contienen algún razonamiento experimental sobre cuestiones de hecho y de experiencia? No. Entonces arrojémoslos al fuego porque no contienen más que supercherías y engaños". (Investigaciones... final) Pero la actitud de Hume no es simplemente negativa; para él, como el iluminismo en general, la razón es la única guía del hombre: "como una experiencia uniforme equivale a una prueba, aquí hay una prueba directa y completa sacada de la naturaleza del hecho, contra la existencia de cualquier milagro, y una prueba semejante no puede ser destruida ni el milagro tampoco puede resultar creíble sino por medio de una prueba opuesta y que sea superior" (Investigaciones...10, 1)
IMPRESIONES E IDEAS Las percepciones son la base del conocimiento. Las percepciones se dividen en dos clases, atendiendo al grado de fuerza y viveza con que impresionan el espíritu Impresiones: son las que penetran con mayor fuerza y evidencia en la conciencia, éstas son las sensaciones, pasiones, emociones, pero entendidas como acto de sentir, amar... Ideas o pensamientos: son las imágenes debilitadas de las impresiones. Toda idea deriva de la correspondiente impresión (OCCAM) No existen ideas de las que antes no haya habido una impresión. El hombre puede lanzar su pensamiento a los límites del universo pero siempre estará condicionado por las impresiones. Hume se mantiene fiel al principio de la experiencia como límite del conocimiento. Sin embargo Locke llegó a admiter la realidad del Yo, de Dios y de las cosas por procedimientos cartesianos. Hume es el único que reduce todo el conocimiento a ideas naturales (Impresiones), aunque esto le llevará al escepticismo. No existen ideas abstractas. Todas se basan en características particulares y singulares dadas por las impresiones. (así la idea de triángulo está compuesta de características que nos da la experiencia, la de hombre, de hombres concretos...) Para explicar la función del signo recurre al hábito. Se plantea cómo es posible que una idea (concepto) evoque ideas semejantes (las imágenes que incluye el concepto). El hábito es lo que nos hace considerar unidas las ideas que siendo distintas se nombran de la misma manera. La función del signo es lógica (como señalara Occam –nominalismo), pero en Hume es además un hecho psicológico, un hábito, que carece de toda justificación si no fuera por la costumbre.
LAS CONEXIONES ENTRE LAS IDEAS. Las ideas son la base de nuestros conocimientos, pero el conocimiento asocia las ideas según un orden y regularidad. Hume reconoce tres principios básicos de asociación de ideas: Semejanza: Ejemplo un retrato conduce al original. La semejanza llevada al extremo es la igualdad matemática. Contigüidad, en el tiempo y en el espacio. Ejemplo el recuerdo de la habitación de una casa te lleva a pensar en las otras habitaciones. Causalidad: Ejemplo: una herida la asociamos al dolor (causa - efecto). El principio de semejanza referido a ideas simples es la máxima garantía de certeza. Sobre este principio se fundan la geometría y el álgebra, cuyos objetos son las ideas simples que no aspiran a ninguna realidad efectiva. Son las proposiciones analíticas de Kant, donde la conexión entre sujeto y predicado se basa la identidad de ambos. Ejemplo: 2 + 2 = 4. La originalidad de Hume está en reducir las verdades matemáticas a leyes psicológicas de asociación de ideas, concretamente la idea de semejanza – igualdad. Para ilustrar esta teoría Hume contrapone a las proposiciones matemáticas, cuyo contrario siempre es falso, las proposiciones de la experiencia, cuyo contrario siempre es posible. Por eso es imposible demostrar la falsedad de las proposiciones experimentales. El conocimiento de las proposiciones empíricas se basa en el principio de causalidad; pero este principio no es necesario, cono lo es el de no contradicción en las proposiciones matemáticas. El principio causal solo se puede demostrar a posteriori, y no a priori, porque necesita una comprobación. "Ningún objeto descubre nunca, por medio de las cualidades que aparecen a los sentidos, las causas que lo producen o los efectos que producirá; y nuestra razón no puede, sin ayuda de la experiencia, efectuar ninguna inducción que se refiera a la realidad o a los hechos" (Investigaciones... IV, 1) Esto significa que la relación causa – efecto es arbitraria y carece de necesidad objetiva. Ejemplo: la bola de billar puede desviar la trayectoria. La relación causal sólo enseña sobre hechos pasados, no sobre los futuros. Todo lo que sabemos por la experiencia es que de hechos (causas) semejantes esperamos efectos semejantes. No es contradictorio que los lazos causales de la naturaleza se puedan cambiar en el futuro; esto excluye que la relación causal pueda ser considerada como necesaria, es decir, absolutamente válida. El fundamento de la relación causal es el hábito: estamos acostumbrados a ver ciertos hechos unidos (el fuego y la llama, el peso y la solidez...) y la costumbre nos lleva a esta asociación de ideas aunque sólo aparezca una de las dos en la experiencia. Sin la costumbre seríamos ignorantes de cualquier cuestión de hecho; el hábito nos enseña ver unidos los hechos, pero no su conexión necesaria. Así el hábito, como el instinto en los animales es buena guía para la vida diaria, pero no para ciencia (sus juicios son necesarios).
LA CREENCIA. Crítica de la física y de la metafísica Así el hábito nos lleva a la creencia en las conexiones causales como verdaderas; pero esto es más un instinto que un acto de razón. Todo el conocimiento de la realidad es, así, probabilístico y no necesario. La creencia es un sentimiento: "una concepción más viva, más intensa y fuerte que la que acompaña las puras funciones de la imaginación, concepción que nace de una conexión habitual de su objeto con alguna cosa que está presente en la memoria y en los sentidos". Crítica de la idea de sustancia: En primer lugar la creencia en la existencia continuada y externa de las cosas con independencia de las impresiones (también se da en los animales). A esta conclusión llegamos por la coherencia de ciertas impresiones, sin darnos cuenta de la diferencia entre las impresiones y las cosas que las producen. Ejemplo: creemos que esta mesa que percibimos es externa a nuestro espíritu y, aún más, que sigue aquí con independencia de que la percibamos. Esta creencia se destruye con la reflexión filosófica, que enseña que lo que percibimos es sólo la imagen y no la cosa. Es la viveza y la coherencia de las impresiones lo que nos lleva a creer en la existencia de un mundo exterior, "una pequeña dosis de pirronismo bastaría para aplacar el orgullo de los metafísicos dogmáticos. La única realidad de que estamos seguros son las percepciones, la conexión causal también se da sólo entre ellas. La realidad externa no es comprobable, pero el instinto nos lleva a creer en ella. Crítica de la idea de alma: Explicación parecida tiene la creencia en la unidad e identidad del yo. El hombre tiene una pluralidad de percepciones ligadas entre sí y aunque una persona cambie a lo largo del tiempo, creemos que no pierde su identidad, que es la base de su personalidad. Esa sustancia interna, o yo, es la base de nuestras percepciones e ideas. Esa creencia, al igual que la anterior, es un producto ficticio de la imaginación. Hay un contraste entre el instinto que nos impulsa a creer esto y la razón, que nos impulsa a analizarlo y criticarlo, pero aún la misma razón se funda en el instinto. En resumen, percibimos impresiones, pero no sustancias; la coherencia de ciertas impresiones, tanto del yo, como el las cosas, nos llevan a pensar en la existencia de la sustancia... Su hubiera impresiones relativas al yo tendrían que permanecer idénticas a lo largo de nuestra vida, pero no es así... Crítica de otras ideas y de la física: La crítica de las relaciones causales es aplicable a la física ya que sus leyes se basan en ese tipo de relación. Pero además critica las ideas de fuerza y de conexión necesaria (presente en las leyes físicas) aplicando el mismo criterio que para la causalidad. No provienen de las impresiones; por tanto los vínculos o conexiones entre acontecimientos son en realidad vínculos de carácter psicológico que la costumbre nos lleva a establecer entre las impresiones. La conclusión es, pues, que las leyes de la física son sólo probables y no necesarias. LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Hume no toma partido en la polémica sobre la razón o el sentimiento como base de los valores morales, aunque se inclina más hacia una postura emotivista, ya que es la pasión y el sentimiento lo que más mueve al hombre a actuar. Piensa que el sentimiento se inclina hacia lo bueno y se aparta del vicio por naturaleza, aunque la razón actúa de árbitro en los conflictos morales. La cuestión moral se convierte así en una cuestión de hecho. El paradigma moral es la utilidad y en función de esto se aprueban o reprueban los sentimientos y acciones morales. Trata de quitar a la moral el velo de luto (austeridad) tradicional; su único fin es conseguir el máximo de felicidad para los hombre (teoría del bien mayor); "la única molestia que impone es la de calcular justamente y preferir constantemente la mayor felicidad. Y si se acercan a ella pretendientes austeros, enemigos de la alegría y el placer, se ven rechazados como hipócritas o falsarios, o, si los acepta en su séquito, se los pone entre los menos favorecidos de sus seguidores" (Investigación sobre la moral, IX, 2) Hume fue el primero en denunciar lo que hoy se conoce como falacia naturalista: intentar derivar el ‘deber ser’, propio de la ética, del ‘ser’. Así todos los análisis sobre la virtud y el vicio no estarían basados en relaciones de objetos ni tampoco en la razón; "Nada es menos filosófico que esos sistemas según los cuales la virtud es algo idéntico a ‘lo natural’ y el vicio a lo ‘no natural’" (Tratado, III, 1, 1) En resumen: la moral se basa más en el sentimiento que en la razón; el sentimiento de aprobación o desaprobación, que una forma del sentimiento básico de simpatía, se traducen en la virtud o el vicio. Y lo que despierta ese sentimiento es la utilidad.
LA POLÍTICA Las características que definen la concepción política de Hume son el utilitarismo, como en la ética, el positivismo político. Por eso se opone al origen divino del poder y a las teorías contractualistas. El ‘estado de naturaleza’ y el ‘contrato social’ son ficciones indemostrables; la mayoría de las veces el fundamento del poder es la guerra, la usurpación, la transmisión hereditaria... Hume reconoce dos tipos de deberes: Los naturales: el amor a los hijos, la gratitud. Los positivos, que se llevan a cabo por obligación. La única razón de su existencia es que sin ellos la sociedad, y por tanto el hombre, no podría subsistir. Así la justicia surge ante el problema de la distribución de unos bienes limitados; no es una obligación natural, sino que la imponen los gobiernos en razón de la utilidad. Hume es conservador y se encuentra indeciso entre justificar la obediencia incondicional al gobierno establecido y la defensa de unos derechos del ciudadano que podrían llevarle a justificar la revolución, como en el caso de Locke. Al final se inclina por criterios utilitaristas, siguiendo a A. Smith, Bentham y otros positivistas de la época.
8. LA RELIGIÓN Su análisis de la religión es fundamental para la corriente deísta que dominó en el siglo XVIII. Había reconocido que sólo se admitiría el milagro en caso de que lo contrario fuera más milagroso todavía. Lo esencial de los temas religiosos, incluido el problema de la inmortalidad del alma, se reducen al ámbito de la fe. Sin embargo se puede hacer una Historia natural de la religión, se pueden encontrar sus raíces en la naturaleza humana. Los sentimientos religiosos nacen de los incesantes temores y esperanzas que agitan al hombre. Éste está sumido entre la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, y por ello atribuye a causas secretas los bienes y males de que goza. En un principio la diversidad de causas le hacen pensar en muchas divinidades, así aparece el politeísmo; esto no implica que las divinidades sean seres infinitos. Después, por la necesidad de adular a los dioses y tenerlos propicios el hombre piensa que la divinidad es infinita y perfecta. A esto es llevado por la reflexión: "A medida que el miedo y la ansiedad se hacen más apremiantes, los hombres inventan nuevas maneras de adulación, y aún el que ha superado a su antecesor en la acumulación de títulos de su divinidad, será ciertamente superado por su sucesor en el descubrimiento de nuevos y más pomposos epítetos de alabanza. De este modo los hombres siguen hasta el infinito más allá del cual no se puede ir" (Historia natural de las religiones, 6) El Teísmo, que destierra la idolatría es superior a ésta, pero ofrece el peligro de la intolerancia. Al reconocer un único objeto de devoción se considera lo demás como absurdo e impío y a menudo es objeto de persecuciones y condenas. La crítica de las pruebas de la existencia de Dios preludia las que luego hará Kant. "Nada es demostrable a no ser que su contrario incluya una contradicción. Nada que sea distintamente concebible implica una contradicción. Todo lo que nosotros concebimos como existente podemos concebirlo como no existente. Por esto no existe un ser cuya inexistencia suponga contradicción. Por consiguiente no existe un ser cuya existencia esté demostrada" (Diálogos II, p.432). Este procedimiento que afirma que la existencia es siempre materia de hecho y no de demostración excluye la prueba ontológica. El argumento cosmológico intenta basarse en la experiencia, pero Hume niega que los lazos causales entre fenómenos demuestren la existencia de una primera causa. Que haya causas particulares en el mundo no implica que el mundo tenga una causa. (Cfr. Crítica del principio de causalidad) Además si las causas son siempre imperfectas y finitas tampoco se deduce una perfecta e infinita. Tampoco hay por qué considerarla única en el proceso.
EL GUSTO ARTÍSTICO (ESTÉTICA) La desconfianza de Hume en los productos de la razón le hace acercarse y valorar más el sentimiento. Hume había eliminado la antítesis de Aristóteles entre poesía (imagen) e historia (experiencia). En la poesía épica la conexión entre los hechos y los sentimientos y las pasiones que los produjeron es más estrecha. Por esto la poesía tiene como objeto acontecimientos más pequeños que la historia. Así Hume da el mismo valor a la narración histórica que a la fantástica de la poesía. Considera que hay que invertir la relación del racionalismo entre juicio y sentimiento. "Todo sentimiento es justo porque no se refiere a nada que esté más allá de sí, y es siempre real puesto que nos damos cuenta de él. Pero no todas las determinaciones del entendimiento son justas porque se refieren a algo que está más allá de ellas, estos es, a los hechos. Entre las mil opiniones que los hombres sostienen sobre un mismo tema hay solo una verdadera, la única dificultad está en fijarla y aceptarla. Al contrario los mil sentimientos excitados por el mismo objeto son justos porque ningún sentimiento representa lo que hay realmente en el objeto" (Ensayos... I, p.268) La belleza es un sentimiento y como tal será subjetiva, pero eso no impide un criterio del gusto. Pero este criterio no puede fijarse con razonamientos a priori o del entendimiento. Se puede fijar este criterio solo recurriendo a la experiencia y observando los sentimientos comunes de la naturaleza humana. La condición humana que hace posible la apreciación de la belleza es la delicadeza de la imaginación. Otra condición es la ausencia de prejuicios...
De la delicadeza en el gusto y la templanza en la pasión (1741) David Hume Nota del editor: "De la delicadeza en el gusto y la templanza en la pasión" apareció en 1741 en el primer volumen de los "Essays Moral and Polítical". El texto que aparece aquí es el que se publicó en la edición de 1777 de "Essays and Treatise on several Subjects". La traducción de Paloma García Abad ha sido realizada a partir de la edición de James Fieser, The Writings of David Hume, (Internet Release, 1995)
Algunas personas, especialmente delicadas, son extremadamente sensibles a los avatares de la vida, siendo así, que cualquier acontecimiento que les depare el destino les puede proporcionar un gran gozo, o bien pueden experimentar un profundo dolor ante cualquier tipo de sinsabor o adversidad. Las atenciones y los favores despiertan su amistad, mientras que la menor de las injurias provoca en ellos un gran resentimiento. Cualquier tipo de honor o distinción les eleva sobre manera; pero sucumben fácilmente ante la mínima señal de desprecio. La gente que tiene este carácter, sin lugar a dudas, disfruta de muchas más alegrías, pero también es verdad que sufren tremendamente, mucho más que aquellas otras personas que tienen un carácter más frio y atemperado. No obstante, en mi opinión, si uno pudiera elegir su propio temperamento, es preferible pertenecer al segundo tipo. La fortuna o la desventura no están en nuestras manos, de tal forma que cuando una persona pertenece al primer tipo descrito, su tristeza o su resentimiento se apoderan de él en un grado tal que no le permiten gozar de los pequeños placeres de la vida, que constituyen gran parte de la felicidad. Los grandes placeres son mucho más escasos que los grandes sufrimientos, de tal forma, que un temperamento sensible tendrá que enfrentarse a un número inferior de adversidades si pertenece al segundo grupo que al primero. Sin olvidar, además, que los hombres tan pasionales tienden a ser arrastrados más allá de los límites que marca la prudencia y la discreción, y dan pasos en falso en la vida que, con frecuencia, son irreversibles. Entre algunos hombres se observa fácilmente una delicadeza en el gusto que se asemeja en gran medida a la templanza en la pasión, y que les hace sensibles tanto a la belleza como a la deformidad, en cualquiera de sus formas, la prosperidad y la adversidad, los deberes y las injurias. Cuando un hombre que posee este don lee un poema o admira un cuadro, la delicadeza de sus sentimientos hace que todo su ser se conmueva. La apreciación de unas pinceladas maestras le producen tanto entusiasmo y satisfacción como pesar y desasosiego la negligencia o el absurdo. Una conversación elevada y juiciosa le da una gran satisfacción; por el contrario, la tosquedad o la impertinencia son un verdadero suplicio para él. En pocas palabras, la delicadeza en el gusto tiene el mismo efecto que la templanza en la pasión. Agrandan el ámbito tanto de nuestras miserias como de nuestra felicidad, y nos convierte en seres especialmente sensibles tanto a los sufrimientos como a los placeres, que escapan al resto de la humanidad. No obstante, creo que todo el mundo estará de acuerdo conmigo en que, a pesar de esta semejanza, la delicadeza en el gusto es algo deseable y digno de cultivar, mientras que la templanza en la pasión es condenable y tiende a evitarse. Los goces o las adversidades que nos depara el destino escapan a nuestra previsión en gran medida; pero sí somos dueños a la hora de elegir los libros que leemos, las diversiones en las que tomamos parte, o a las compañías de las que nos rodeamos. Los filósofos se han empeñado en hacer de la felicidad algo completamente independiente de cualquier elemento exterior. Ese grado de perfección es imposible de alcanzar. Pero todo hombre sabio se esforzará en situar la felicidad en la consecución de aquello que dependa principalmente de él mismo, y no hay otra forma de alcanzarla que cultivando la delicadeza en el sentimiento. Cuando un hombre posee este talento, la satisfacción de sus gustos le hace mucho más feliz que la satisfacción de sus apetitos, y le produce mayor placer la lectura de un poema o un razonamiento que el lujo más caro que se pueda permitir. Cualquiera que sea la conexión que pueda existir originariamente entre la delicadeza en el gusto y la templanza en la pasión, estoy convencido de que no hay nada que nos alivie más de los azotes de la pasión que el cultivo de gustos elevados y refinados, que nos permiten juzgar los caracteres de los hombres, las composiciones de los genios y las producciones de las artes más nobles. El mayor o menor entusiasmo por bellezas tan obvias, que golpean a los sentidos, depende enteramente de la mayor o menor sensibilidad de nuestro temperamento. Pero, por lo que respecta a las ciencias y a las artes, un gusto delicado es, en gran medida, lo mismo que un sentido agudo, o por lo menos depende en gran parte de ello, de tal forma que son inseparables. Para juzgar adecuadamente la obra de un genio, hay que tener en cuenta tantos elementos, comparar tantas circunstancias y requiere además un conocimiento tal de la naturaleza humana que ningún hombre, que no posea un juicio sólido, puede hacer una crítica aceptable de su obra. Y esta es una nueva razón por la que se deberían cultivar las artes. Nuestro juicio se verá fortalecido con este ejercicio. Elaboraremos nociones más adecuadas de la vida. Muchas cosas, que agradan o afligen a otros, nos parecerán demasiado frívolas para detener nuestra atención en ellas. Y terminaremos perdiendo poco a poco ese exceso de sensibilidad en la pasión que tan incómodo resulta. Pero tal vez haya ido demasiado lejos al afirmar que un gusto cultivado en las artes nobles termina con las pasiones y nos hace indiferentes a aquellos objetos de los que gusta el resto de la humanidad. Tal vez sea más acertado afirmar que dicho cultivo de las artes perfecciona nuestra sensibilidad en el sentido de que nos permite apreciar la ternura y la belleza mientras que imposibilita a nuestra mente detenerse en emociones más toscas y turbulentas. Ingenuas didicisse fideliter artes, Emmollit mores, nec sinit isse feros. Existen dos razones claras que corroboran esta afirmación. En primer lugar, nada resulta tan enriquecedor para el espíritu como el estudio de la belleza bien sea la poesía, la elocuencia, la música o la pintura. Estas artes elevan nuestro espíritu a un nivel desconocido para el resto de la humanidad. Las emociones que despiertan son dulces y tiernas. Apartan la mente de la turbulencia de los negocios y los intereses; fomentan la reflexión; predisponen a la tranquilidad; y provocan una agradable melancolía que es, de todas los estados de la mente, el más adecuado para la amistad y el amor. En segundo lugar, la delicadeza en el gusto favorece la amistad y el amor al limitar nuestra elección a un menor número de personas y al hacernos indiferentes a la compañía y las conversaciones de gran parte de los hombres. Rara vez se encontrará a hombres llanos, por muy agudos que sean sus sentidos, capaces de distinguir los caracteres, o de establecer diferencias sutiles que hacen que un hombre sea más preferible que otro. Al hombre llano cualquiera le satisface y le entretiene. Le hablan de sus placeres o de sus asuntos con la misma franqueza con la que se lo dirían a cualquier otro y al haber muchos capaces de ocupar su lugar, nunca siente vacío en su ausencia. Para citar a un autor francés (1) muy renombrado, el juicio debe ser comparado con un reloj en el que cualquier tipo de maquinaria normal y corriente basta para decirnos la hora, pero sólo las más elaboradas pueden marcan los minutos y los segundos, y distinguir las mínimas variaciones en el tiempo. El hombre que haya asimilado perfectamente el conocimiento que aportan los libros y los hombres disfruta sólo de la compañía de un pequeño grupo distinguido. Se siente tan diferente, ya que gran parte de la humanidad carece de los saberes que él ha cultivado. Y, no es de extrañar, que en un círculo tan estrecho, tienda a ampliar más sus inclinaciones, que si éstas fueran de carácter más general o más mediocres. La alegría y el jolgorio que aporta la compañía de una botella se convierten en una sólida amistad. Y el ardor de un apetito juvenil se transforma en una pasión refinada.
Mons, FONTENELLE, Pluralite des Mondes. Soir. 6.
Traducción: Paloma García Abad ACTIVIDAD INTRODUCTORIA SOBRE DAVID HUME Después de ver el video que figura en el enlace del final contesta las siguientes preguntas:
¿Qué son las impresiones, según él? ¿Cómo podemos llegar a conocimientos seguros y qué tipos de conocimientos lo son? ¿Qué es la causalidad? ¿Qué opina de la metafísica? ¿Por qué? ¿Y de la ética? ¿Cómo entiende la religión? ¿Qué relación tuvo con Rousseau? ¿Cuáles son las aportaciones más importantes de Hume a la posteridad? VIDEO: La aventura del pensamiento: David HUME
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